Los
pequeños héroes
Hoy
es un día extraño, no sólo porque las calles estén desiertas, porque los
autobuses paseen vacíos, porque la luz de Madrid, siempre tan hermosa, tiene un
tinte irreal. Porque lo que pasa es irreal, como esos malos sueños al amanecer
que nos hacen dudar cuando nos despertamos de lo que es verdad y pesadilla.
Hoy
los ciudadanos de este país nos dividimos en dos ejércitos, los que nos
quedamos en casa y los que van a trabajar.
He
sentido una sensación rara cuando mi mujer, medico de familia, me ha dado un
beso y se ha marchado, ¡cuídate mucho! Nos hemos dicho el uno al otro. Me he
sentido muy poca cosa, inútil, por un momento he sentido que me equivoqué al
dejar la medicina por la investigación, porque hoy no puedo estar en la
vanguardia de ese ejército que pelea contra el Coronavirus y me quedo en casa.
Son
mi mujer y mi hija las que van a la guerra, a cuidar de los enfermos y los más
débiles mientras en Madrid, París y Munich, padre e hijos nos quedamos en casa.
Me asomo a la ventana y la veo pasar por la esquina de la calle solitaria,
caminando con sus pasos rápidos y cortos, con una silueta humilde que oculta
toda su fortaleza, todo el valor que la mueve a enfrentarse al espanto que
sabemos crecerá hasta límites poco soportables las próximas dos semanas. La veo
perderse en una niebla que son la cortina de lágrimas en mis ojos vidriosos, y
todo queda en silencio, y esa imagen se queda conmigo y quiero compartirla con
vosotros.
Son
las fotos de los pequeños héroes que siempre, cada día, no sólo en esta crisis,
salvan la historia, salvan el mundo aunque no lo sepamos. Son los héroes
anónimos que hacen lo que los demás no sabemos, para lo que se han preparado:
conductores de autobús, metro, tren, taxi, dependientes de la panadería del
barrio que ya tiene los fogones a tope, los camioneros que distribuyen la
comida nuestra de cada día, las cajeras tan humildes, siempre con una sonrisa,
los farmacéuticos que conocen nuestras dolencias, los hombres uniformados que
ya dejaron de ser amenaza para ser protección, tranquilidad, confianza… los
cuidadores de ancianos y enfermos, los psicólogos que van a calmar el miedo en
consultorios, pisos, centros donde los débiles viven…
…y
sobre todo las médicas, enfermeros, auxiliares, celadores, todo el personal de
cocina y limpieza de los centros sanitarios. Esa vanguardia que se olvida de sí
mismo cada día, que aplica el saber y la medicina, que pierde el miedo cuando
se enfrenta al miedo y al espanto, pero que cada noche, o cada amanecer, al
final de su turno regresa a casa y siente que puede llevar consigo el virus
maldito a sus hijos, a su marido, a su familia. Y que saben que mañana será
peor que hoy.
Mi
compañera, mi amiga, mi amante, surca el bulevar vacío con sus pasos rápidos y
esos pasos la acercan a un lugar que no desea, que teme, donde le espera el
dolor y la incertidumbre, pero no vuelve la cabeza y camina en la ciudad vacía,
se llama Cruz y yo la esperaré para cuidarla, con la casa limpia, la comida
preparada y música en el aire, esa es mi misión hoy, cuidar de los héroes.
Qué bonito texto Pepe. No te olvides de que tu eres otro héroe para otras enfermedades que no han desaparecido por la irrupción del coronavirus. Un abrazo. Iñaki.
ResponderEliminarGracias Iñaki,aquí resistiendo
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