Cuaderno de bitácora 21 de junio. Empieza la nueva normalidad



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Como os decía en mi post del jueves he tenido un mes de mucho trabajo, con informes, artículos y terminar el libro que hemos escrito Eduardo López Collazo y yo sobre Coronavirus y que tendreis en dos semanas en las librerías y plataformas de descarga. Toda una experiencia, intentar comunicar lo dificil y a la vez reflexionar sobre todo lo que ha pasado.

Creo que esta es la misión final de este blog, realizar una reflexión sobre lo que hemos vivido estos meses, desde que el 1 de diciembre el primer caso de neumonía por coronavirus fue ingresado en el hospital de Wuhan, desde que el 31 de diciembre, cuando nos disponíamos celebrar nochevieja, y China comunicó a la OMS los primeros 27 casos de neumonia relacionados con un mercado de Wuhan. En aquella noche del nuevo año 2020 ¿quién nos iba a decir lo que nos esperaba?

Luego todo sucedió muy de prisa, el confinamiento de la provincia de Hubei por las autoridades chinas el 23 de enero, la alerta sanitaria máxima dictada por la OMS el 31 de enero. Los primeros casos que empezaron a detectarse en todos los países. La ceguera del mes de febrero, cuando todo el mundo bromeaba sobre el coronavirus en la calle, en el gimnasio, en el mercado, en el trabajo. Cuando algunos empezábamos a sospechar que podía ocurrir un desastre la gente protestaba el 12 de febrero porque se suspendió el Mobile en Barcelona. Los mismos que salieron a decir que "aquí no pasa nada para que se suspenda" se han debido alegrar mil veces de que se suspendiera.

La arrogancia cuando nos decían y nos creíamos que "en España el coronavirus no dará casos de transmisión en la población y si ocurrieran algunos estamos perfectamente preparados para controlarla". No supimos ver, no quisimos escuchar las señales, no se quiso alarmar y ponerse en el peor escenario posible. Pero el virus llegó a China y no lo vimos venir, llegó a Corea, a Taiwan, a Irán, llegó con toda su furia a Italia y seguíamos pensando que estabamos a salvo.

Nos hemos equivocado en valorar el riesgo y el país reaccionó tarde. Cuando se declaró el confinamiento la bomba había explotado bajo nuestros pies y el tsunami se propagaba imparable. El presidente del gobierno nos anunció la dureza de lo que venia, que en la primera semana alcanzaríamos los 10.000 casos y llegamos a los 40.000, y llegaron con ellos las ciudades vaciadas como la españa de la periferia y los hospitales colapsados, y los ancianos muriendo en las residencias y la dureza de este confinamiento de 90 días.

Nos hemos equivocado, hemos gestionado como hemos podido la fase de la epidemia en nuestro país, no se podía hacer otra cosa, hubiera estado quien hubiera estado en el gobierno.

Pero hemos fallado en la previsión, en las acciones de las cuatro semanas anteriores al 15 de marzo, no supimos, ninguno supimos ver las señales. Lo hicimos mal y nos equivocamos. Cada semana de adelanto del confinamiento habría disminuido los muertos a la mitad. Portugal cerró cuando nosotros debíamos haberlo hecho y se libro de la catástrofe, ha sufrido 40.000 casos y 1.530 muertes, cuatro veces menos muertos por millón de habitantes que nosotros. Nueva Zelanda cerró el pais con sólo 200 casos. Cuando su primera ministra Jacinda Arden, ejerció el liderazgo para anunciar el confinamiento les dijo a sus ciudadanos "Italia  también tuvo en un momento sólo 200 casos". El resultado final de la pandemia en Nueva Zelanda 1161 casos y 22 muertes. Países que han salido más cohesionados como sociedad, en torno a sus líderes.

Sobre esto me gustaría reflexionar estas semanas. Lo que no supimos ver y por qué nos sucedió, para que estemos más preparados, porque no será la última pandemia.

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